Mauricia arrastra en el nombre sus 64 años. Quizá si se hubiera llamado Melissa o Katia tomaríamos su edad con más benevolencia, pero acaba de tener mellizos tras un proceso de fecundación en EEUU y es natural opinar sobre ello.
Yo me inquieto por sus hijos, porque el bienestar de los niños es mi mandamiento, y la biografía de Mauricia esconde puntos oscuros. Sin embargo me obligo a contemplar la noticia desde otro ángulo, a lo que me ayuda haber entrevistado en La Observadora a la doctora Mónica de la Fuente, catedrática de fisiología en la UCM y reputada investigadora en envejecimiento. En un próximo post os hablaré sobre la diferencia entre edad cronológica y biológica –un asunto genial-, pero vaya por delante un titular: viviremos 100 años.
Últimamente cada vez que entro en el coche, mi móvil se activa con un mensaje que anuncia el tiempo estimado para regresar a mi domicilio. Y me enfado con el aparato porque da por hecho que vuelvo a casa cuando a lo mejor quiero ir al gimnasio o, qué sé yo, a pulirme la tarjeta. Mi amigo Javier Sirvent explica a las empresas –y a quien se deje- cómo va a ser el futuro y las bondades de interactuar con máquinas; y se ríe de mí cuando le cuento lo del IPhone, porque según él debería trasladarme en un coche sin conductor, desde ya. Javier asegura que el futuro es presente y queda viejo apenas hablas sobre él. Lo de aferrarme al pasado va en mi apellido, le digo, y él me replica que cuando tenga una maquinita que limpie el baño sola dejaré de protestar. Seguro que ya existe.
Javier –el “Evangelista Tecnológico”- no solo relata como un niño aplicado la tabla del quince de la tecnología sino que también alerta sobre las preguntas sin respuesta que flotan a nuestro alrededor. Por eso los parlamentarios europeos han atinado al reclamar a la Unión un arsenal jurídico para dotar a nuestras relaciones con las máquinas de un sustrato sólido. Los humanos vamos a ciegas y ellas a saco.
Que las máquinas ocuparán millones de puestos de trabajo lo sabe hasta el Tato sin leer a Asimov. Hace dos meses Stephen Hawking publicó un artículo en The Guardian donde avisaba que la inteligencia artificial se va a cebar con la clase media: «La automatización de las fábricas ya ha arrasado trabajos en la manufactura tradicional (…) esta destrucción de trabajo a las clases medias, donde solo sobrevivirán los roles creativos y de supervisión». Lo titulaba, “Este es el momento más peligroso para nuestro planeta”. La segunda revolución industrial llamando a la puerta y nosotros en batallas domésticas.
Por lo menos a quienes votamos cada cinco años se les ha ocurrido dedicar tiempo a cuestiones como: si las máquinas ocupan nuestro curro, ¿pagarán impuestos? ¿Cotizarán por ellas las empresas o se van a ir de rositas? ¿Las “personas electrónicas” –así las llaman- tienen derechos y obligaciones? ¿Harán la declaración de la renta? ¿Alquilarán pisos? ¿Se emocionarán? ¿Tendrán bebés electrónicos?
Sí, ríete, pero la norteamericana Abyss Creations está a punto de presentar sus primeros robots sexuales con movimiento y habla humanos. Pasa aquí, no en Westworld. El experto en inteligencia artificial David Levy resumió en el “Congreso Internacional de Amor y Sexo con robots”, organizado por la Goldsmiths University de Londres, su teoría sobre el amor con personas electrónicas: en torno a 2050 veremos matrimonios mixtos. Humanos y humanoides en la cama y empujando el carrito del súper. Literal.
En Europa son conscientes de lo que se nos cae encima pero los políticos españoles andan a por a uvas, y eso que solo tendrían que escuchar a nuestros científicos –mentes admirables que investigan con la marea económica en contra, empoderados por la fe en su trabajo-. Te recuerdo el pronóstico de la doctora de La Fuente: vamos a vivir 100 años; y si nos cuidamos lo haremos bien. Sanos. De las pensiones ni hablamos.
Esto supondrá que retrocederemos, no una década, sino un par de ellas. Y cuando antes éramos unos jubilados, ahora –con 65 cumplidos- empezaremos una nueva carrera, nos llenaremos de proyectos, nos miraremos al espejo, gustándonos, y sobre todo, nos gustarán los demás. Y saldremos, entraremos, seduciremos y nos enamoraremos. E iniciaremos otro proyecto de vida –algún@ incluso se planteará crear una nueva familia- porque la ciencia dice que nos quedan bastantes años por delante.
Entonces, ¿cuándo es posible que en 30 años copulemos con un androide te sigue pareciendo aberrante que alguien quiera tener hijos a los 60?