Cada vez que converso con un grupo de mujeres sobre lo que significa el liderazgo, les comento que el ejemplo de empoderamiento femenino más impactante lo encontré en Senegal. Y no fue precisamente a través de alguna de sus ministras, que, por cierto, poseen una alta representación en el país.
No necesitamos pisar moqueta ni encerrarnos en un despacho para ejercer el liderazgo femenino con plenitud y ejemplaridad; sin embargo, suelo escuchar a mujeres diciendo que, en su parcela, más doméstica que la de aquellas que capitanean empresas, el concepto se eleva demasiado.
¿En qué voy a motivar a las demás? ¿Qué aporto si solo llevo la tienda de la familia, cuido de mis hijos y de mis padres? ¿Yo, que ni terminé la carrera como voy a representar el liderazgo?. Nadie como una mujer para convertirse en su propio juez, nadie como nosotras para someternos al rodillo de la autocrítica
Esta postura contrasta con la opinión de algún conocido empresario al explicar que la abnegada tarea de sus madres organizando su hogar, había sido la mejor inspiración para su liderazgo empresarial.
No debería de interpretarse este comentario como una sublimación del trabajo en casa, sino la puesta en valor de unas habilidades y fortalezas que demuestran las mujeres al ejercer de líderes y que son imprescindibles en el mundo de la empresa.
La primera vez que visitas África no la olvidas. Junto a los recuerdos, traes en tu maleta una luz única y una paleta de colores que cuesta reproducir fuera de allí. Mi último viaje a Senegal lo hice como embajadora de Unicef a fin de comprobar en el terreno algunas iniciativas muy transformadoras, y así fue cómo conocí a un colectivo admirable.
En general las senegalesas emanan belleza, con sus trajes multicolor y sus bebés a cuestas, pero las de aquella aldea eran, además, un canto a la vida.
Hablo de las integrantes de los Comités de Madres que se diseminan desde hace una década por todo Senegal: comunidades que, buscando una solución para paliar la mortalidad infantil a causa de la desnutrición, empezaron a cultivar legumbres para moler una harina multi-vitaminada con la que alimentar a sus hijos.
Cuando tienes un propósito y crees en él firmemente, tu creatividad se multiplica a un ritmo exponencial.
Comité de madres en Senegal
Los Comités los forman mujeres de las aldeas que se organizan con estructura ejemplar -presidenta, vicepresidenta, secretaria, tesorera- y acopian víveres para ayudar a las familias más necesitadas, compran su propio molino y se autofinancian.
Sus cargos no ostentan tarjeta sino compromiso, y su éxito les ha obligado a gestionarse en comités y Asambleas Generales. Los jefes de las aldeas las escuchan, lo hacen los alcaldes, los imanes, los ministros y el propio presidente.
Son el paradigma del liderazgo femenino, desde la fuerza que representa la maternidad.
Hace unas semanas llegó a casa un paquete remitido por mi querida Bisila Bokoko. Al desenvolverlo, me encontré con el bolso con el que ves en la imagen, pero lo mejor fue descubrir su historia. ¿Cómo no iba a ser Bisila, sagaz emprendedora siempre trazando puentes, la introductora de Leticia Valera
Leticia es una creadora valenciana que, impactada por África, su cultura, su decoración, su arrolladora creatividad, por su inspiración, decidió arrancar un movimiento encaminado a conocer África a través de sus mujeres. De esa forma ha unido a quienes confeccionan bolsos, faldas, turbantes, con telas de estampados autóctonos, eco-sostenibles, en Senegal, y quienes los acariciamos a kilómetros de distancia. La luz, el color, la alegría y la espiritualidad de una tierra única a través de sus telas. Liderar nuestra vida también implica vivir con respeto a la madre tierra, agradeciendo cada fruto de ella.
Y hacerlo admirando el trabajo de cualquier mujer que posea fe en su proyecto, en aquella idea que contribuye a mejorar la existencia de los demás, escuchándola y apoyándola.
El silencio al que se ha visto sometida la voz femenina durante tantísimo tiempo se manifiesta con diversos rostros; a veces, menospreciando las obras de quien pasa horas frente a una máquina de coser fabricando una pieza que llevará otra persona sin sospechar cómo fue ideada.
Por eso el bolso que cuelga de mi hombro es la voz de una mujer senegalesa.
Y si ahora pudiéramos observarla, quizá estuviera pidiendo a los Lu Garup –fantasmas de la luna- que alguien como tú y yo valoremos su trabajo.